Ana se mató, está muerta. Durante los últimos tres meses había aspirado, tragado y fumado todo lo que sus ahorros le habían permitido. Había llenado su cuerpo con un montón de preciosas pastillas de colores.
Pero no murió de eso.
Hubo un choque.
Se murió como ese profesor que nunca tuvimos por el que hubo un día de luto y nos encerramos a ver películas.
A nadie le importó nada: ni que se muriera, ni que lo hiciera como una buena samaritana.
Y no lo era.
Mierda.
Pasar la vida como una lívida sombra y morir sin que nadie te llore es lamentable.
ResponderEliminarPrecioso y trágico texto, me ha gustado.
Besos de neón.
Una pena que muriera así, y sobretodo que nadie llorara por ella...
ResponderEliminarYo me he chocado, pero no he muerto. He chocado contra este blog, y para quedarme.
ResponderEliminar(cosquillas en la nariz)
Tu blog es de los mejores que he visto hasta ahora, desde ahora te sigo con mucho interés.
ResponderEliminarPor cierto, esta entrada me ha recordado al libro de JD Salinger.
Un saludo.
Oh dosmildoce, acabas de decirme que algo que salió de mi cabeza se parece a algo que escribió Salinger, Jerome David Salinger. Acabás de hacerme sentir de las personas más felices del mundo, gracias.
ResponderEliminarSaludos