Mi padre iluminado por la luz de la heladera se come un durazno. Lo miro desde la cama, por la puerta abierta de mi pieza. Mira hacia mi y cierro los ojos. Igual no se da cuenta, está pensando en otra cosa. Termina su durazno y cierra la puerta. La mira un rato, memoriza todos los teléfonos de delivery que están pegados. Veo sus shorts de niño y suelto una risita. Me mira otra vez, cierro los ojos y me estremezco como si estuviera en la parte mala de algún sueño.
Vuelve a su cama con el carozo del durazno en la mano.
(Perdonenme. No logro escribir nada que valga realmente la pena. Espero que vengan mejores tiempos.)
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Sé que tenés algo que decir, todos tienen algo que decir.
Contame, no me gusta hablar sola.