martes, 4 de diciembre de 2012

45

Mi padre iluminado por la luz de la heladera se come un durazno. Lo miro desde la cama, por la puerta abierta de mi pieza. Mira hacia mi y cierro los ojos. Igual no se da cuenta, está pensando en otra cosa. Termina su durazno y cierra la puerta. La mira un rato, memoriza todos los teléfonos de delivery que están pegados. Veo sus shorts de niño y suelto una risita. Me mira otra vez, cierro los ojos y me estremezco como si estuviera en la parte mala de algún sueño.
Vuelve a su cama con el carozo del durazno en la mano.


(Perdonenme. No logro escribir nada que valga realmente la pena. Espero que vengan mejores tiempos.)

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Contame, no me gusta hablar sola.